martes, febrero 14, 2012

El Gran Terror 1937-1938, URSS




En dos años- 1937 y 1938- Stalin ordenó una campaña de terror que implicó el arresto de más de un millón y medio de personas y el fusilamiento de unas 680,000. Un promedio de mil fusilados por día.
Orlando Figes , en  Los que susurran, no solo expone los datos “objetivos”  del contexto sino que accede a los protagonistas, victimas y victimarios, a través de sus cartas. Ese es el testimonio más valioso porque permite entender el mundo de las representaciones, los discursos utilizados para comprender, aceptar, justificar o condenar ese terror inaudito.

- El contexto

No era la primera vez que en la Unión Soviética se desataba una represión violenta, pero nunca de la magnitud y- sobre todo- de la falta de razonabilidad que tuvo el Gran Terror.
“El Gran Terror, un acontecimiento extraordinario incluso dentro de los estándares del régimen estalinista, no fue una rutinaria oleada de arrestos masivos, como las otras que habían diezmado el país durante todo el reinado de Stalin, sino una política calculada de asesinato masivo (…) Stalin ordenó a la policía que sacara a la gente de las cárceles y campos de trabajo y que les diera muerte.”
En esos dos años se ejecutó el 90% de todas sentencias de muerte dictadas entre 1921 y 1940. La mitad de los arrestados fueron fusilados, cuando en otras oportunidades , solo un 10% de los detenidos sufría esa suerte. Se encarceló a muchos y se fusiló a muchos.
Por qué? Para qué?
No había un estado de Guerra Civil como en los primeros años, ni una campaña dirigida a eliminar “enemigos de clase”, como la dirigida contra los kulaks entre 1928 y 1932. En vez de centrarse en un objetivo externo al Partido, el Gran Terror se centró en los cuadros políticos y militares del propio poder. Un gran purga, un enorme mecanismo caníbal que devoró a fieles comunistas, a leales militares y a gente común de forma inexplicable.
No había en aquellos años un descontento distinto del habitual , no había informes de la policía secreta a que alertaran sobre intentos desestabilizadores. Los kulaks habían sido eliminados- una cifra entre cinco y ocho millones había muerto de hambre entre el 28 y el 32.
“El Gran Terror fue una compleja amalgama de distintos elementos: los “grandes juicios” contra los viejos bolcheviques; las purgas de la elite política; los arrestos masivos llevados a cabo en las ciudades ; la operación “kulak” y las “operaciones nacionales” contra las minorías.”
Aparentemente Stalin temía una inminente guerra, un ataque desde Alemania y Japón, que supuestamente contaría con la ayuda de “infiltrados” del interior. La experiencia de la Guerra Civil de España, en la que hubo tremendas luchas internas entre comunistas, trotskistas y anarquistas, lo convenció de que además de a los fascistas, había que destruir todo atisbo de oposición interna, cortarla de raíz antes de que se desencadenara la guerra. (Aunque esta argumentación no explica por qué Stalin eliminó al 70% de la oficialidad del Ejército Rojo, la única con experiencia y capacidad para oponerse a un ataque alemán)
Otro elemento fue el incremento del miedo paranoico de Stalin a los “enemigos” reforzado por el suicidio de su esposa en 1932 y el asesinato de Kirov, en 1934.
Comenzaron así los “juicios por traición”, realizados entre 1937 y 1938, en los que se condenó a muerte a todos sus opositores internos ( Zinoviev, Piatakov, Bujarin, Iagoda, etc.)
Cada líder condenado dejaba en la orfandad a sus “clientes” políticos, los cuadros que le respondían. De ese modo, se fusiló a 116,000 miembros del Partido en esos dos años.
Cuanto más alto era el cargo, más riesgo había de terminar en el paredón, ya que los enemigos internos obtenían así un ascenso en la estructura del poder.
“De los 139 miembros del Comité Central elegidos el XVII Congreso del Partido en 1934, 102 fueron arrestados y fusilados (…) se encarceló al 56% de los delegados del Congreso. El Ejército Rojo fue diezmado todavía más: de los 767 miembros de la alta jerarquía 412 fueron ejecutados, 29 murieron en la cárcel, 3 se suicidaron y 59 siguieron en prisión”
Los inocentes, se sabía, eran mayoría: “Stalin comentó que si apenas el 5% de los arrestados resultaban ser verdaderos enemigos, eso sería un buen resultado(…) Según Nikita Kruschev, quien era entonces presidente del Comité del Partido en Moscú, Stalin “solía decir que si un informe (denuncia) tenía un 10% de verdad, debíamos considerarlo válido”
“Mejor demasiado que insuficiente” advirtió el jefe de la NKVD a sus agentes.
Una justificación bastante cínica, la ofrecieron 50 años después Molotov y Kaganovich, apelando a que había que “drenar la ciénaga” para eliminar cualquier peligro de oposición interna en vísperas de la guerra. “Estábamos obligados a asegurarnos de que en periodo de guerra no hubiera quinta columna. Es poco probable que todas las personas fueran espías, pero…lo principal es que no se podía confiar en ellas en el momento decisivo” (Molotov, 1986)
Además de las purgas al interior del Partido, hubo campañas específicas contra otros “blancos”. Los kulaks que habían sobrevivido a la campaña de eliminación de años atrás fueron fusilados en masa: la mitad de los ejecutados en el 37 y 38 fueron ex - kulaks, muchos de ellos detenidos o recientemente liberados de los campos de trabajo.
“Hubo también “operaciones nacionales” de gran escala , deportaciones masivas y ejecuciones de minorías soviéticas que eran consideradas “espías” en caso de guerra: alemanes, polacos, chinos”. Hubo especial ensañamiento con los polacos, en venganza por la guerra entre Polonia y Rusia de 1920: 140,000 polacos fueron detenidos o fusilados en esos años.
 


-Las víctimas

La falta de un “enemigo” claro, de una clase especial de gente que fuera objeto de la represión generó un estado demencial de terror en toda la población. Cualquiera podía ser arrestado en mitad de la noche. Una paranoia nunca vista se instaló. “La mayoría de los prisioneros no tenía idea de por qué delito habían sido encarcelados. En otoño de 1938, casi todas las familias habían perdido a un pariente, o conocían a alguien que tenía familiares presos. La gente vivía esperando con temor que golpearan a la puerta en medio de la noche. Todos dormían mal y se despertaban cada vez que oían que un vehículo se detenía en la calle. Se quedaban acostados esperando que los pasos pasaran de largo junto a su puerta, por el corredor o la escalera, antes de volver a entregarse al sueño, aliviados porque no les había tocado recibir esas visitas”

Lubov Shaporina, fundadora del Tetro de Títeres de Leningrado:
“Por la mañana me despierto y automáticamente pienso: gracias a Dios que anoche no me arrestaron; no arrestan gente durante el día, pero no se sabe qué podrá ocurrir esta noche”

Vladimir Piatnitski, hijo de Osip, dirigente comunista fusilado:
“ Había más de quinientos apartamentos destinados a la élite de los trabajadores del Partido en ese sombrío edificio, y los arrestos eran un acontecimiento de rigor. Al anochecer, cuando oscurecía, el edificio quedaba desierto y silencioso. Era como si su habitantes se hubieran escondido a la espera de una catástrofe. De pronto, varios vehículos entraban en el patio, de ellos salían hombres uniformados y vestidos de civil, que se dirigían por grupos hacia las distintas escaleras de entrada: cada uno conocía “su” dirección, la que le correspondía (…) En esa época mucha gente esperaba que la arrestaran, pero nadie sabía cuando le tocaría el turno”

Valeri Frid, guionista de cine:
No se me ocurre ninguna analogía en la historia humana. De manera que tendré que arreglarme con un ejemplo procedente de la zoología: el del conejo hipnotizado por la serpiente…Todos éramos como conejos y reconocíamos el derecho de la serpiente a engullirnos; quien cayera bajo el poder de su mirada caminaba, con bastante calma y sensación de estar condenado, hacia su boca.”

Viacheslav Kolobkov, recordando el pánico de su padre:
“ Cada noche permanecía despierto…esperando el ruido del motor de un automóvil. Cuando lo escuchaba, se sentaba, rígido, en la cama. Estaba aterrado. Yo podía oler su miedo (…) “Vienen por mí!” decía siempre al oir el ruido de un motor (…) Hubo muchas noches que mi padre pasó sin dormir…esperando la llegada de un automóvil que nunca vino”

“Al enfrentarse con su arresto, la élite bolchevique era particularmente pasiva. Casi todos sus integrantes estaban tan adoctrinados por la ideología del Partido que cualquier idea de resistirse era fácilmente arrasada por una necesidad más profunda de demostrar su inocencia ante el Partido (…)
La convicción de ser inocentes paralizó a muchos bolcheviques. De alguna manera, lograron convencerse a sí mismos que sólo los culpables eran arrestados, y de que su inocencia los protegería”

Había un clima de “por algo lo habrán arrestado”
Elena Bonner, recordando una conversación de sus padres, en mitad de la noche:
“ Mamá empezó a hablar otra vez: “¿Puedes creerlo? ¿Puedes creer esta pesadilla?”. Había dejado de llorar. “Crees que Agasi…?¿Crees que Pavel, que Shurka…?¿Crees que ellos…?” No completaba las oraciones, pero el sentido quedaba claro. “Sé que no puedes creerlo”. Papá le respondió con una voz extraña, suplicante. “Pero, Ruth ¿Cómo podría no creerlo?...Después de todo no nos han arrestado a ti o a mi”

“Otros estaban tan profundamente comprometidos con los ideales comunistas que estaban dispuestos a confesarse culpables de los cargos que se le imputaban, a pesar de saberse inocentes, si era eso lo que el Partido les exigía”

En los “procesos de Moscú” de 1936, 37 y 38 ésta fue la actitud predominante, tal como se lee es las declaraciones ante el Tribunal:

KRESTINSKI: ... Mis crímenes hacia la Patria y la Revolución son inmensos, y aceptaré vuestro veredicto como bien merecido, por severo que sea. Cuando pronunciéis mi sentencia, os ruego, ciudadanos jueces, que tengáis en cuenta que he expuesto voluntariamente, sin necesidad de interrogatorios ni pruebas acusatorias, con toda sinceridad y hasta el final, mi comportamiento criminal y la actividad de mi organización. Asimismo, os pido que consideréis el hecho de que no he participado directamente en acciones violentas, terrorismo, actos de diversión, sabotaje, y que, en realidad, yo ignoraba estos actos. Finalmente, os ruego que recordéis mi antigua actividad revolucionaria, que reconozcáis que durante estos últimos nueve meses he experimentado un cambio radical y que, al perdonarme la vida, me ofrezcáis la posibilidad de compensar de alguna forma, al menos en parte, mis graves crímenes.

RYKOV: ... Para terminar, quiero aprovechar mi última declaración para intentar persuadir, en la medida de mis fuerzas, a aquellos antiguos partidarios míos a los que no conozco o, simplemente, no recuerdo y que, quizás, aún no han sido detenidos y todavía persisten. Deseo, igualmente, que todos aquellos que aún no han sido denunciados ni han depuesto su actitud lo hagan inmediata y abiertamente. Quisiera que mi ejemplo les convenciera de la necesidad de este gesto y de la rapidez con que hay que realizarlo, cueste lo que cueste; que comprendiesen que ésta es la única forma de liberarse, a pesar del peligro de ciertas privaciones, e incluso del mismo encarcelamiento, de la carga monstruosa que proceso este proceso ha revelado.

RAKOVSKI: Ciudadanos jueces, desde mi juventud había cumplido honesta y fielmente, con abnegación, mi deber de soldado de la causa de la emancipación del trabajo. Después de este claro período comenzó a aparecer la zona oscura de mis actos criminales, de mi traición contra la Patria, la serie negra de los crímenes que hoy he resumido brevemente ante vosotros. Os he dicho y expuesto todo lo que sabía, no he ocultado ni disimulado nada, me arrepiento profunda y sinceramente y os ruego que me deis la posibilidad de compensar mediante el trabajo, por modesto que sea y no importa en qué condiciones, una parte, aunque sólo sea ínfima, de mis faltas. He terminado.

BUJARIN: A priori, puedo suponer que Trotsky y mis demás aliados en estos crímenes, así como la II Internacional (...), intentarán defendernos, principalmente a mí. Yo rechazo esta defensa, pues estoy de rodillas ante el país, el Partido y todo el pueblo. La monstruosidad de mis crímenes no tiene límites, sobre todo en esta nueva etapa de la
lucha de la U.R.S.S. Ojalá sea este proceso la última y penosa lección, y compruebe todo el mundo que la tesis contrarrevolucionaria de la estrechez nacional de la U.R.S.S. permanece suspendida en el aire como un miserable guiñapo. Todo el mundo ve la sabia dirección del país, asegurada por Stalin.
Con este sentimiento espero el veredicto. No hay que plantear la cuestión teniendo en cuenta las tribulaciones personales de un enemigo arrepentido, sino el desarrollo de la U.R.S.S.

IAGODA: Nuestro país, poderoso y fuerte como nunca, está limpio de espías, agentes de diversión, terroristas y otras deshonras, y os ruego, ciudadanos jueces, que, en el momento de pronunciar mi sentencia, consideréis la utilidad revolucionaria que, en este momento, pueda tener mi ejecución. No me atrevería a pedir perdón si no supiera
que este proceso es la apoteosis del aniquilamiento del movimiento  contrarrevolucionario, que el país ha destruido todos sus focos de agitación y que el país de los Soviets ha ganado, ha derrotado completamente la contrarrevolución. El mero hecho de que yo y mis coinculpados estemos aquí para responder desde el banquillo de los acusados, indica el triunfo, la victoria, del pueblo soviético sobre la contrarrevolución. Y dirijo este ruego al tribunal: si podéis, perdonad.”

Todos ellos fueron fusilados.

La represión se extendía, en muchos casos, a los familiares de los detenidos, incluyendo hijos menores de edad. Familiares de Kamenev, Zinoviev, Smirnov, toda la familia de Trotsky corrieron la suerte de sus padres o esposos fusilados.

 “El silencio reinaba en muchas familias. La gente no hablaba de sus parientes arrestados. Destruían sus cartas, o se las ocultaban a sus hijos, esperando que esa actitud los defendiera.”

Hablar era peligroso. Se desarrolló un lenguaje elíptico para no ser entendido por los informantes. El problema era controlar a los niños, ingenuos y parlanchines.
“En su diario de 1937, Privshin escribió que la gente se estaba volviendo tan experta en encubrir el verdadero significado de los que decían que corrían el riesgo de perder la capacidad de volver a decir alguna vez la verdad”
Se imponía el susurro, a altas horas de la noche, el no hablar con vecinos o amigos, el ocultar el verdadero pensamiento, lo cual lleva a dejar de comunicarse, a encerrarse en el hogar. La gente se cerraba y , algunos, se comunicaban con ellos mismos por medio de diarios en los que volcaban la voz de la verdad, una verdad que había que ocultar y silenciar.

Miles de informantes con oidos atentos estaban listos para hacer denuncias.
“Según un funcionario policial de alto nivel, un oficinista de cada cinco era informante de la NKVD. Otro afirmó que el número de informantes regulares alcanzaba al 5% de la población adulta de las principales áreas urbanas (…) En Moscú había un informante cada seis o siete familias”
Además de informantes “regulares”, que recibían algún beneficio por su actividad, había millones de “leales ciudadanos soviéticos” que espontáneamente hacían llegar sus denuncias a la NKVD
Había también informantes involuntarios, presionados por amenazas de la policía para que delaten cualquier conducta sospechosa o con la esperanza de ayudar así a familiares presos.
 “Muchos denunciaban con la sincera convicción de que de esa manera cumplían con el deber patriótico de los ciudadanos soviéticos (…) Pero sobre todo temían meterse en problemas si arrestaban a alguien que conocían y no lo habían denunciado: era delito no revelar la relación con el enemigo. Y la “falta de vigilancia” era la causa válida de miles de arrestos. En aquel clima de miedo generalizado, las personas se apresuraban a denunciar a los otros antes de que los otros pudieran denunciarlas a ella. (…)
El miedo impulsaba  a la gente a tratar de purgarse (de ponerse del lado de los puros), quitando la mancha que implicaba el contacto con potenciales enemigos. (…) Informar sobre los amigos se convirtió en una manera de demostrar que eran dignos “ciudadanos soviéticos”.   La NKVD implementaba deliberadamente la política de reclutar voluntarios entre los grupos más vulnerables. Con frecuencia elegían a los familiares de los arrestados, que a su vez temían que los detuvieran”
Se denunciaba para asegurarse no ser detenido, pero eso nunca bastaba.
Se denunciaba para obtener el puesto de un enemigo, para obtener favores sexuales   de una empleada, para vengar odios personales, para desalojar a unos vecinos y ocupar así su espacio.
“En esta atmósfera de recelo, odio y resentimiento, no cabía falta demasiado para que las disputas insignificantes y la envidia se convirtieran en denuncias”
Médicos que no habían querido practicar un aborto ilegal, eran denunciados. Para obtener favores sexuales, se amenazaba con la denuncia. Ascender en la carrera era otro aliciente para hacer denuncias y se desalojaban así  puestos apetecibles para personal de nivel inferior que  lograba de este modo su ascenso.
Se obtenían propiedades apetecibles por precio vil, amenazando al propietario con la denuncia.
En este clima, aun la gente con una cierta fortaleza moral, cedía, se sometía: “Ya sea  por miedo o por cobardía, o por el deseo de creer al Estado, o simplemente porque su instinto le obligaba a evitar cualquier idea subversiva ( el escritor Simonov) había logrado una pequeña adaptación interna para adecuarse a las necesidades del régimen estalinista. Había recalibrado su brújula moral para poder navegar a traves del laberinto moral del Gran Terror y cumplir la travesía con su propia carrera y sus convicciones intactas”
Escribió Simonov en sus memorias de 1979:
“ Para ser sincero sobre esa época, no solo Stalin es imperdonable sino también uno mismo. No es que haya hecho ago malo – tal vez uno no hizo nada malo, al menos directamente- , sino que se acostumbró al mal. Los acontecimientos que se produjeron en 1937.1938 parecen ahora extraordinarios, diabólicos, pero para mi, que era entonces un joven de veintidós o veinticuatro años, se convirtieron en una especie de norma, algo casi habitual y común. Uno vivía en medio de esos acontecimientos, sordo y nudo a todo, no veía ni oía nada cuando la gente que lo rodeaba era fusilada, cuando desaprecia gente por todas partes”

Esa es la victoria del totalitarismo: no solo fusilar a los supuestos enemigos sino quebrar los pocos restos de humanidad que le quedan a las personas, transformarlas en sujetos vacíos, manipulables, obedientes.
Esa es la lección del Gran Terror: el peligro de acostumbrarnos al mal.




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